Las Naciones Unidas han definido a la juventud como la edad que va de los 15 a los 25 años. Antes se ubica la infancia. Luego, la adultez. Así las cosas, se supone que una persona mayor de 25 años ya ha madurado y está plenamente capacitada para vivir por sus propios medios. Sin embargo, hay hijos que retrasan la retirada de la casa paterna hasta límites insospechados. Algunos tienen varios títulos, más de 30, buenos empleos y noviazgo estable. ¿Entonces qué esperan? Las explicaciones van de las dificultades económicas actuales a no querer resignar la mayor de las comodidades. En el medio, hay que decirlo, tampoco faltan las resistencias inconcientes de los propios padres.
Una vieja estadística porteña dice que a fines del siglo XIX las mujeres se casaban a los 23 años, mientras que ellos lo hacían a los 29. Hoy, ellas ni se casan ni tienen hijos antes de los 30, casi igual que los hombres. De hecho las estadísticas actuales señalan que en el grupo de 25 a 29 años sólo tres de cada diez son jefes de familia, y que casi el 60% aún es soltero. De ese total, el 32% vive en la casa paterna. Es decir, hoy día hay 50.000 porteños ¿jóvenes? ¿adultos? viviendo con sus padres.
El cine, atento a las tendencias, ha hecho varias películas sobre el tema, pero siempre poniendo el acento en esos hijos malcriados que no dan el gran paso ante la mirada atónita de sus padres, hartos de mantenerlos. Pero, como dicen algunos analistas, a veces son los propios padres los que retrasan la partida. ¿Sobreprotección? ¿Miedo al nido vacío? ¿Terror a quedarse de nuevo a solas con el/la esposo/a? De todo un poco.
De todas maneras, se impone el tema económico. Está claro que es casi imposible que alguien llegue a la casa propia antes de los 30, pero hoy en día también es complicadísimo "arrendar".
"La situación social y económica no favorece. Pero a veces, tras esas circunstancias se esconden problemas en los lazos familiares, como dificultad en la maduración, miedo a encarar una vida nueva, comodidad que le llaman", dice Miguel Espeche, psicólogo, autor del libro "Criar sin miedo".
¿Y qué hay de los padres? "A algunos padres les conviene retener a sus hijos porque si no deberían enfrentarse a sus problemas existenciales. Sobre todo los que pusieron todas las fichas en los hijos. Además, si los padres están mal, no sabrán qué hacer con su soledad", detalla el especialista.
El tema preocupa a punto tal que no sólo es causa de consulta en terapias privadas sino que ya hay también talleres en hospitales públicos. En el Tornú, por ejemplo, se llama "Cuando los hijos se van... y cuando no se van también". "Vemos si el tema es que los hijos son cómodos o si son padres sobreprotectores que no fomentan la partida ni les dan seguridad a sus hijos. Como sea, los padres que vienen es porque la situación les genera un conflicto que tratamos de destrabar entre todos, porque los grupos siempre son terapéuticos", explica Ana María Linera, consultora psicológica.
Su compañera del taller, Marta Raguzzi, agrega otro factor: "Existen apegos afectivos, y a veces ocurre que tanto los padres como los hijos sólo enfrentan una partida si hay otro afecto en el nuevo hogar, es decir, si el hijo se va a casar o a vivir con otro. O si se va de viaje".
La demógrafa Mabel Ariño termina por agregar ingredientes al panorama: "Hoy los jóvenes están más centrados en sus búsquedas personales que en el compromiso con otro. Así, siguen viajando, haciendo posgrados Y doctorados. Es difícil renunciar a todo eso para plantearse armar una familia. Encima hoy hay libertad sexual en las casas, son los propios padres quienes los habilitan a vivir su sexualidad dentro del hogar familiar".
Todo bien con los padres modernos, pero a no engañarse escondiendo miedos propios. Unos últimos consejos de los expertos: saber tomar distancia de los hijos, dejarlos crecer y animarlos a que se valgan por sí mismos. El amor -es bueno recordarlo- es libertad.
15/6/09
A los 30, aún viven en casa de papá y mamá, en honor a un amigo
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