Este año festejamos un siglo de conmemoraciones de la función que desempeña la mujer como agente de mejora de su vida, su comunidad y la salud.
Durante los últimos 100 años, numerosos adelantos han mejorado la salud de las mujeres y las niñas. Entre otros ejemplos, se pueden citar las reformas sociales y jurídicas relativas a la edad mínima de matrimonio y la mayoría de edad sexual, el acceso a los servicios de aborto sin riesgos (donde son legales), a la anticoncepción, las mamografías y otras tecnologías conexas, y los progresos encaminados a acabar con prácticas dañinas tales como la violencia sexual y de género, incluida la mutilación genital femenina.
Pero la salud de la mujer va mucho más allá de la reproducción, y numerosas enfermedades se manifiestan y se tratan de modo distinto en las mujeres. Las científicas, clínicas, e investigadoras en materia de salud han reforzado los conocimientos y prácticas médicas de muchas afecciones comunes, en particular las enfermedades cardiovasculares, que son hoy día una de las diez principales causas de mortalidad femenina en el mundo.
Esos logros no son obra únicamente de las mujeres, pero no habrían sido posibles de no ser porque las mujeres y las niñas se hicieron cargo de esos asuntos.
En efecto, es mucho lo que hay que celebrar en este 100.º aniversario. Pero también son numerosos los problemas que afrontamos. Las tasas de mortalidad materna y de infección por el VIH entre las mujeres jóvenes siguen siendo demasiado altas; está aumentando el consumo de tabaco entre las mujeres; sigue muy extendida la violencia sexual y otras formas de violencia de género, y sigue aumentando entre las mujeres la carga de enfermedades no transmisibles.
El tema de este año, la igualdad de acceso a la educación, la capacitación y a la ciencia y la tecnología como vía hacia el trabajo digno para las mujeres, se centra en algunos determinantes básicos de la salud de la mujer. Los modos directos e indirectos en que la inequidad de género impide que las mujeres de todas las edades realicen su derecho humano a la salud exige que se actúe de inmediato.
La educación y la capacitación proporcionan a las niñas y las mujeres las competencias necesarias para proteger su salud, pero las normas sociales niegan a muchas de ellas la posibilidad de cursar y completar los niveles primario y secundario de enseñanza. Ello afecta negativamente a las tasas de fecundidad y de tabaquismo y a la prevención de la infección por el VIH, y se asocia a un aumento del riesgo de que sufran violencias sexuales y otros tipos de violencia de género.
El acceso a la ciencia y la tecnología hace posible que las mujeres asuman el control de su salud y que las mujeres y las niñas participen en programas especializados de capacitación y educación. Con esos conocimientos, las mujeres y las niñas pueden aprovechar las innovadoras campañas de salud que a menudo se difunden por internet o a través de teléfonos celulares. Si tenemos previsto aplicar estrategias de salud innovadoras, hemos de cerciorarnos de que las mujeres y las niñas no queden al margen porque no sepan cómo utilizarlas o carezcan de acceso a ellas.
La participación de la mujer en las investigaciones sanitarias y el desarrollo tecnológico asegura que los adelantos médicos no supongan un obstáculo para su salud y que sus beneficios lo sean también por igual para ellas. Para ello, es necesario que las mujeres participen de modo informado en los ensayos clínicos y que los datos obtenidos en todas las investigaciones sanitarias se desglosen por sexo, como mínimo.
Cuando las mujeres disfrutan de condiciones de trabajo dignas, es más probable que se beneficien también de medidas de protección social tales como un seguro médico a cargo del empleador y prestaciones por maternidad, y de medidas de salud y seguridad ocupacional, factores todos ellos que mejoran el acceso a la atención de salud y los resultados sanitarios.
En resumen, cuando las mujeres y las niñas no tiene acceso en pie de igualdad a esos determinantes de la salud es porque los sistemas de educación, empleo y salud les han fallado. Es hora de que dejemos de fallar a las mujeres y las niñas.
Celebremos hoy los logros realizados por la mujer, y en su favor, a lo largo del último siglo, pero afrontemos también las carencias críticas que persisten, aprovechando las enseñanzas extraídas desde el primer Día Internacional de la Mujer, para que las mujeres del mundo entero puedan realizar plenamente sus potencialidades.
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